"Vive" es la campaña creada para trabajar la prevención del consumo de drogas y el desarrollo de adicciones, que se difunde de manera masiva y permanente. La Gira Vive sin Drogas ha alcanzado a más de 60,000 jóvenes Guatemaltecos, logrando dejar una semilla de esperanza y oportunidad para ayudarlos a tomar buenas decisiones.
Se basa la presentación de conferencias especializados, testimonios de personas que han estado en adicciones, y cerramos con un evento artístico musical, de artistas Guatemaltecos. Nuestra meta es llevar este evento a todos los departamentos de Guatemala y de esta manera seguir promoviendo una vida libre de adicciones en los jóvenes y principalmente en los grupos más vulnerables.
En esta ocasión se incluyó el tema del bullying en las conferfencias y Fundación en Movimiento participó enviando expertos en el tema y así acompañar a la gira Vive en Guatemala para prevenir a los jóvenes sobre bullying.
Además fuimos invitados a Crear conciencia sobre bullying en el Colegio Montessori Internacional de Guatemala.
Durante los meses de octubre y noviembre del año pasado implementé en el Colegio Vermont el programa “Desintoxícate del Bullying” como parte del proceso de certificación que otorga Fundación en Movimiento.
El trabajo realizado en el Colegio fue muy satisfactorio, ya que me di cuenta que los maestros están muy comprometidos con los alumnos, toda vez que tanto directores como profesores conocen muy bien a sus alumnos, estando siempre al pendiente de su desarrollo.
Son profesores que hablan con los padres de familia si observan que algo está pasando con su hija o hijo, lo platican y tratan de llegar a una solución. Asimismo, aplican las cinco reglas que proponemos en Fundación en Movimiento y que son:
A los 10 años, el joven que habla y quien prefiere no dar su nombre, no pensaba en las consecuencias que sus actos tenían sobre sus débiles víctimas, ni en lo mucho que eso marcaría sus vidas para siempre; en realidad, confiesa, “a esa edad no tienes conciencia de tus actos, es hasta después cuando te das cuenta de todo el daño que has causado, aunque ya sea muy tarde para repararlo”.
Sin importar cuánto suplicaran, cuántas lágrimas derramaran, ni lo mucho que dijeran que se querían suicidar, nada parecía detener a Martín (nombre ficticio) en sus momentos de fechorías. A los 10 años era un niño que lo tenía todo. No enfrentaba problemas familiares ni económicos, ni de algún otro tipo, incluso era buen estudiante. Nunca, mientras agredía a un compañero, se detuvo a pensar en el dolor que éste podía estar sintiendo. Cuando Martín era estudiante no había un nombre para definir el acoso que ejercía sobre otros; ahora sabemos que él cumple con las características de lo que el argot especializado llama Bully, palabra que se traduce al español como “matón”. Se trata del niño o adolescente que elige como objetivo a alguien vulnerable y dedica todas sus fuerzas y energía a hacerle la vida imposible.
Él es el responsable de que los niños no quieran ir al colegio, finjan enfermedades para evitar lo que les espera en la escuela o, en el peor de los escenarios, opten por privarse de la vida. Pero al igual que un niño que es buleado sufre, puede ser que el Bully también esté sufriendo y no sea capaz de expresarlo.
De acuerdo con cifras de la organización Educadores sin Fronteras, 43% de los niños entrevistados en una encuesta aplicada a 6 mil 180 alumnos, reconocieron agredir a sus compañeros en la escuela. A su vez, 38% de esos menores dijeron vivir una situación de violencia en sus familias o ser golpeados con objetos por sus padres. La estadística es el resultado de un estudio realizado en diversos estados del país. Para Joaquín Quintana, presidente de la asociación Convivencia sin Violencia, la marcada presencia de este fenómeno en nuestro país tiene que ver con la normalización de la violencia que vivimos.
He escuchado muchas veces que lo que les hace falta a nuestros niños y adolescentes es tener límites, límites para que crezcan como personas de bien ejerciendo bienestar para ellos y para su país.
En una ocasión recibiendo un curso de Educando para la Paz, el facilitador comenzaba con una pregunta ¿Que necesitan nuestros jóvenes para que no hagan Bullying?, muchos de los compañeros mencionaban que los límites claros de padres a hijos era la clave principal para que este fenómeno disminuyera dentro de los salones de clase.
Es en ese momento es donde nace mi duda y es por eso que me atrevo a escribir que no solamente hace falta poner límites a los hijos, desde mi experiencia profesional me he dado cuenta que antes del límite hay muchas opciones que podemos hacer para que nuestros niños crezcan como personas saludables, empatizando con el dolor ajeno, respetando a todo ser viviente de nuestro planeta y sobre todo que dejen de pensar que la violencia es algo normal y que al ejercerla sea algo divertido.
Cuando trabajo con los adolescentes esta temática de Bullying y ponemos en marcha la campaña de “Ser buena onda siempre está de moda”, los chicos pueden expresar todas las cosas positivas que ellos han hecho, y todo lo bueno que ellos pueden compartir. En esos momento me pregunto, ¿si ellos tienen tantas buenas ideas, buenos sentimientos hacia sus compañeros que es lo les hace pensar que el molestar es divertido?.
Mucho se ha escrito ya sobre las implicaciones éticas, morales y psicológicas que tiene el deplorable acto del bullying. No obstante, rara vez nos ponemos a reflexionar acerca de las consecuencias a las que esto nos lleva como sociedad y en concreto, como país.
Un estudio realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) revela que México tiene el porcentaje mas elevado de bullying de entre las 34 naciones integrantes de dicha organización. Según el informe, 11% de los educadores mexicanos reportaron que al menos una vez a la semana sus estudiantes son victima de daño físico causado por la agresión entre alumnos, mientras que 30% estima que hay intimidación o abuso verbal entre compañeros de clase.
Lo anterior es alarmante pues, según el mismo estudio, esto impide el correcto desarrollo del aprendizaje y puede llevar en algunos casos a la deserción académica o inclusive e suicidio.
Es importante aclarar que aunque el documento denominado Estudio Internacional sobre la Enseñanza y el Aprendizaje (TALIS) no tiene por objetivo medir, estimar o analizar el bullying, sí lo contempla como uno de los elementos que inhiben el desarrollo educativo.
Los beneficios y la importancia de la educación para una población son conocidos por todos; permite alcanzar mejores niveles de bienestar y de crecimiento económico; posibilita la movilidad social contribuyendo a reducir la desigualdad, fortalece el Estado de derecho impulsando el progreso democrático, vigoriza los valores de una sociedad y conlleva al desarrollo de nuevas tecnologías.
Hoy en día vivimos en un mundo en creciente globalización en donde la competitividad es el nombre del juego. A pesar de ser la 10° economía del mundo, en el 2014 , México se ubicó en el sitio número 61 de un total de 148 países que figuran en el Índice de Competitividad Global, cayendo seis escalones con respecto al año pasado.
De acuerdo con el “Reporte de Competitividad Global 2014-2015” del Foro Económico Mundial, entre los países que están mejor situados que México se encuentran asiáticos, como Kazakstán (50), Azerbaiyán (38) y Omán (46); africanos como Sudáfrica (56) y Mauricio (39); e inclusive centroamericanos como Costa Rica (51). Todos ellos tienen una menor participación para el desarrollo mundial que la economía mexicana y sin embargo se posicionan como más competitivos.
Entre las razones dadas para este debacle figura un entorno educativo que no cumple con el conjunto de habilidades que la economía mexicana exige, y el bajo nivel de implantación de tecnologías, que es fundamental para la transformación.
No es casualidad que los países emergentes que más han avanzado en competitividad y bienestar de su población en los últimos años, son los que mejores resultados han tenido en la arena educativa , y no cabe duda de que la calidad del ambiente educativo es determinante.