El caso de Sandra Peña es uno de los más dolorosos y reveladores sobre el impacto del bullying. El 14 de octubre de 2025, Sandra se quitó la vida lanzándose desde la azotea del edificio donde vivía. La adolescente de 14 años que estudiaba en el Colegio Irlandesas de Loreto, en Sevilla (España). Durante más de un año, fue víctima de acoso escolar por parte de varias compañeras: burlas, insultos y humillaciones constantes. Su familia había denunciado la situación ante el colegio, pero no se activaron los protocolos de protección que debieron haberse puesto en marcha desde el primer momento.
Su muerte conmocionó a todo el mundo, generando homenajes, viralidad en redes sociales y una fuerte exigencia de justicia. El contenido de su celular reveló el nivel de sufrimiento que vivía, revelando la identidad de las 3 estudiantes que sin empatía alguna hicieron de su vida un infierno.
Hoy, el rostro del mobbing tiene nombre: Carlos Gurrola Arguijo de 47 años, también conocido como “El Papayita”. Carlos era un hombre trabajador, humilde, que se ganaba la vida como auxiliar de limpieza en el supermercado H-E-B, sucursal Senderos, en Torreón, Coahuila.
En su lugar de trabajo, Carlos no encontró respeto ni dignidad; encontró burlas, humillaciones, robos, amenazas, juegos disfrazados de “bromas”, cuando en realidad eran actos de violencia sistemática.
El pasado 30 de agosto, esa violencia invisible se volvió brutalmente evidente: alguien contaminó su bebida con desengrasante, sustancia tóxica que pusieron supuestamente como “una broma” de sus compañeros de trabajo. Tras beberlo, Carlos mostró síntomas de quemaduras en tráquea, garganta, vías respiratorias, pulmones; después su estado de salud se fue deteriorando rápidamente, hasta que finalmente perdió la vida el 18 de septiembre en la Unidad Médica de Alta Especialidad No. 71.
En un mundo ideal cada plantel debería contar con su propio reglamento escolar, acorde a las necesidades de su entorno, comunidad y problemáticas.
Dicho documento debería establecer el tipo de convivencia al que se aspira como comunidad y los comportamientos que se requieren para conseguirla.
De igual forma, ese reglamento, debería dejar muy en claro qué comportamientos entorpecen la convivencia deseada y cuáles serán las consecuencias de realizarlos por parte de cualquier persona en la comunidad.
Por ello, las autoridades locales de cada plantel deben tener presente que su reglamento debe ser único y revisado con frecuencia para no convertirlo en un documento confuso y obsoleto que nadie conoce ni respeta.
El director escolar es la máxima autoridad de una escuela, colegio o centro educativo.
Dirige al grupo de profesores, lleva la administración y la organización escolar, supervisa la elaboración de horarios, se comunica con los padres y resuelve cuestiones de todo tipo dentro de la institución.
Por eso el director debe tener una formación pedagógica superior, experiencia laboral en la especialidad y estar actualizado en temas de gestión, administración, incluso en gestión empresarial, gestión de recursos humanos y otros temas relacionados.
Un director comprometido con su puesto docente, sabe que para transformar su escuela en un centro educativo eficaz y seguro, debe estar dispuesto a mover un conjunto colectivo de creencias negativas con valores acumulados y arraigados durante años en diferentes generaciones de padres de familia, alumnos y algunos docentes.
Frente al preocupante aumento de casos de acoso escolar en México y la creciente necesidad de brindar orientación clara, accesible y jurídicamente sólida a toda la comunidad educativa, Fundación en Movimiento, en colaboración con el Centro Mexicano Pro Bono y la firma legal Creel, García-Cuéllar, Aiza y Enríquez, lanza de forma oficial la “Guía para la Comunidad Escolar: Orientación para Casos de Bullying”.
Esta iniciativa nace ante la urgencia de dar una respuesta necesaria al fenómeno del bullying y al contexto educativo que se vive actualmente en México, país que se encuentra en segundo lugar a nivel internacional con más casos de acoso escolar, de acuerdo con la ONG Internacional Bullying Sin Fronteras (2024). El más reciente estudio realizado por Fundación en Movimiento a más de 45,000 estudiantes de niveles secundaria y bachillerato reveló que el 28.6% ha vivido bullying por apariencia física, y 2 de cada 10 han faltado a clases por esta causa. Las consecuencias del bullying pueden ser devastadoras: ansiedad, depresión, deserción escolar, y en casos extremos, suicidio.
Un estudiante que asiste a la escuela, además de aprender, está destinado a socializar con otros compañeros. Su experiencia será muy variada; conocerán la amistad, la camaradería, el compañerismo, el juego, el aprendizaje, tal vez el amor y la protección, pero también el acoso y la violencia en diferentes modalidades.
En este sentido, la vida escolar, sobre todo en la etapa media y media superior, coloca a los alumnos en la posibilidad de relacionarse con otros individuos que portan distintas visiones del mundo, sujetos con códigos comunes, intereses, expectativas variadas y vivencias compartidas suscitadas en la escuela.
La convivencia escolar será, bajo esa premisa, un espacio privilegiado donde confluyen diversos grupos, subculturas y generaciones que participan en la construcción de una forma particular de “ser joven”, diferente a la de quienes no asisten a la escuela y que permite a quienes sí pueden hacerlo, ampliar su horizonte sociocultural.