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bull171Todos creemos entender el fenómeno del bullying. Nos hemos adueñado hasta de la palabra misma, retorciendo sus límites gramaticales; bulleándola.

El término en sí es un anglicismo adoptado y hace referencia al acoso escolar y a toda forma de maltrato físico, verbal o inclusive psicológico que se produzca entre compañeros de forma reiterada y a lo largo del tiempo.

Y es aquí donde empiezan los problemas para categorizar y entender un fenómeno que puede darse de un día para otro, desaparecer igual de rápido, o presentarse inclusive en los pasillos de la oficina, y no de la escuela.

Hay cyber-bullying y gay-bullying, pero el más reciente brote se llama brand-bullying y el regreso a clases es su época favorita del año.

CUBO DE BASURA

Fue el año pasado, durante una investigación llevada a cabo en el Reino Unido, que la Unicef encontró indicios de una nueva modalidad de acoso. Las víctimas del brand-bullying son aquellos que no tienen el último iPhone, el cinturón de moda o la más nueva consola de Xbox.

Brand-bullying significa, literalmente, acoso por marcas, lo cual no debería extrañarnos en un mundo netamente consumista. En el estudio, un niño británico de 14 años declaró que “no importa si vives en un cubo de basura. Si tienes un iPhone, o una Blackberry, entonces eres aceptado”.

Así, el salón se divide entre los que tienen y los que no, y esas carencias determinarán el rol que jueguen los estudiantes dentro de la sociedad, una réplica que construyen dentro del salón.

Pero lo más interesante de este nuevo tipo de acoso es el papel que están jugando los padres en ello.

PATERNIDAD A EXAMEN

Los Padres, eternamente preocupados porque sus hijos no sean víctimas del acoso, están dispuestos a lo que sea por evitarlo. Así, los padres cierran los ojos pero abren la cartera; comprando ropa, aparatos tecnológicos, videojuegos o zapatos de marca y a altos precios para tratar de proteger a sus hijos de los brand-bullies.

“La cuestión del brand-bullying se puede entender como un asunto de élite, de relaciones de poder que se van estableciendo en los grupos sociales”, según Cecilia García, quien es parte del equipo docente y de asesoría del Departamento de Prevención del Tec de Monterrey, Campus Ciudad de México.

Es un cliché decir que el que regresara a clases después del verano o las vacaciones de invierno con el nuevo iPod o Gameboy se convertiría en el chico con más popularidad. Cierto, era una popularidad inflada o artificial, pero ejercía cierto poder sobre los que no tenían ese objeto del deseo.

Sin embargo lo característico de nuestros tiempos es la importancia cada vez mayor que le otorgan los niños a las marcas. Pruebas hay miles.

EVIDENCIA CONSUMISTA

En la App Store de Apple descansa como una descarga popular el título “Logo Quiz”.

Durante semanas ocupó las primeras posiciones en número de descargas con reseñas increíblemente positivas para un juego donde el objetivo es identificar correctamente las marcas en pantalla.

Con desparpajo, presumen tener más de 500 logos listos para ser identificados, en una manía que resulta sintomática en una sociedad bulleada por el consumismo.

“A final de cuentas, la tecnología va acompañada de un aspecto social, de acceso a la misma. La misma velocidad del desarrollo tecnológico hace que ahora se vuelve más rápido el ‘pasar de moda’”, según García.

INFLADOS

El estudio de Unicef también encontró que el fenómeno se da sobre todo en hogares de clase media o baja, que terminan haciendo grandes esfuerzos por comprar esos artículos de lujo que, se cree, harán a sus hijos inmunes al brand-bullying.

Sin embargo, el efecto puede ser contraproducente: no sólo pueden provocar problemas económicos en la familia a corto o mediano plazo, sino que también terminan por introducir al niño en un estrato social que no es exactamente el suyo, lo que creará problemas y presiones innecesarias a la larga.

ABUELO BULLEADO

La realidad es que el fenómeno del brand-bullying apenas empieza a ser notado por los especialistas, quienes tienen que enfrentarse al fenómeno como uno más.

“Lo que tendríamos que estarnos preguntando es ‘¿qué puedo hacer yo desde mi trinchera?’”, afirma García, y refuerza el enfoque multidimensional del problema.
Son los papás, los límites que no se imponen, las sociedades consumistas. Todos tienen una responsabilidad en esta materia.

Y es que otro de los enemigos tradicionales del bullying es el cómplice, el testigo, el que conoce pero no denuncia, el que se entera, pero no alza la voz.

De acuerdo con los expertos, hay dos caminos a seguir: por un lado, levantar la voz, y por otro, asumirse como acosado.

Finalmente, el ejercicio de la tolerancia se antoja clave para aminorar un problema que amenaza con acosarnos hasta en casa.

Quién sabe, quizá el siguiente bulleado sea el abuelo que en casa aún escucha discos en vinil o dejó de vestir a la moda hace muchos años ya.

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