Cómo percibe un estudiante su realidad en la escuela
Peter L. Berger (Austria) y Thomas Luckmann (Eslovenia), sociólogos conocidos por su obra "La construcción social de la realidad", aseguran que la realidad se construye a través de las interacciones sociales y el significado que los individuos les dan a todas esas cosas.
De tal forma que el comportamiento humano es el resultado de una estructura de relaciones y significaciones que operan en la realidad de su contexto social, cultural e ideológico.
Un estudiante, en el contexto de la convivencia escolar, es un ser capaz de observar, interpretar y dar significado a su mundo a través del sistema simbólico que construye y adapta dentro de esa comunidad. Lo hace mediante una mirada atenta e intencionada que dirige tanto hacia sus propias experiencias como hacia los objetos y relaciones que lo rodean.
El principal sistema simbólico adquirido en la escuela es el lenguaje, sobre todo el estudiantil que cada generación de jóvenes va modificando a su gusto y con base en su contexto social.
Ese lenguaje cobra relevancia como un vehículo que permite la toma de conciencia y discernimiento crítico sobre diferentes expresiones, acciones y reflexiones comunes de la vida escolar.
Por eso se dice que comprender y ser partícipe de ese lenguaje permite formar parte de un todo, un estudiante “vive” a través del lenguaje que comparte con sus pares y por medio de él”
Cada vivencia recibe por cada estudiante un significado, el cual se caracteriza por ser provisional, emergente o eventual, y está dado por y en el contexto de una nueva vivencia.
La violencia y el contexto social en el lenguaje escolar
Sin embargo, todos esos códigos de comunicación también pueden incluir violencia y acoso escolar. El contexto de esas interacciones ha mutado y se han multiplicado en la última década de la mano de las redes sociales.
Antes la violencia solo se ejercía mientras duraban las horas de clases y al salir, quienes recibían la violencia tenían un respiro; hoy los chicos la padecen las 24 horas, los siete días de la semana.
De hecho, 1 de cada 3 adolescentes coincide en que el bullying y el ciberbullying son las dos problemáticas que más afectan su salud mental, según un estudio de la UNICEF Argentina.
Las consecuencias pueden incluir bajo rendimiento escolar, ausentismo y abandono del colegio, así como problemas de ansiedad, depresión y baja autoestima, o en el peor de los casos, ideas de muerte, autolesiones e intentos de suicidio.
¿Por qué las niñas, niños y adolescentes que viven bullying y ciberbullying optan, muchas veces, por callar lo que les pasa? ¿A qué se debe ese silencio de quienes reciben la violencia y de los testigos?
El primer componente clave de la convivencia escolar: El poder
Al entrar a la escuela todo es nuevo para los alumnos y uno de los primeros conceptos que descubren es el poder, el primer componente central de la convivencia escolar, regularmente descubierto a través de la violencia, probablemente con el profesor, pero cotidianamente con sus demás compañeros.
El poder existe en casi todas las relaciones sociales, solo requiere a un sujeto activo que utilice la voluntad del otro, regularmente pasivo, para que, en pocas palabras, el primero mande y el segundo obedezca.
Ambos estudiantes, el activo y el pasivo son racionales y por consiguiente capaces de identificar y ejecutar una voluntad, ya sea forzada o consentida.
Los alumnos siempre son conscientes de las diferencias entre si, ya sea de tamaño, de fuerza de popularidad o de edad, y por su propio y simple instinto de sobrevivencia los pequeños se alejarán de los grandes.
El acoso entre compañeros parte de una relación asimétrica de poder. Y esa situación, algunos estudiantes lo tienen claro, por lo que la competencia de ese poder pude provocar, muchas veces, violencia física, puesto que la negociación, e incluso la verbalización de un conflicto, es algo prácticamente desconocido por los alumnos en esas instancias.
El segundo componente clave de la convivencia escolar: El conflicto
La convivencia escolar, influenciada por una auténtica y genuina búsqueda de poder, prácticamente por simple definición, provocará una tensión o enfrentamiento entre dos o más partes por diferencias entre intereses u objetivos, es decir, un conflicto.
Los conflictos entre los estudiantes son tan frecuentes y variados, que pueden incluir intereses contrapuestos que solo pueden resolverse a través de la dominación y el sometimiento de un actor hacia el otro.
Los conflictos estarán presentes durante toda la convivencia escolar de un estudiante, de hecho, lo estarán durante toda su vida, pero particularmente en esta etapa, una mala experiencia podrá marcar significativamente su vida y su destino.
Y aunque los conflictos, cuando se gestionan asertivamente, pueden propiciar una sana y positiva negociación, con un consecuente crecimiento entre los actores, lo cierto es que no existe la conciencia de gestionarlos prácticamente en ninguna comunidad escolar de nuestro entorno.
En definitiva, la diferencia de poder entre estudiantes y el desconocimiento sobre cómo resolver conflictos generan violencia escolar. Y esta violencia inhibe el desarrollo de los alumnos, anula su potencial y puede dejar secuelas permanentes en su personalidad. Derivado casi siempre, de la frustración sufrida o de los condicionamientos aprendidos.
El tercer componente clave de la convivencia escolar: La popularidad
Muchos estudiantes descubren que demostrar poder y someter a los demás es una competencia con otros estudiantes, y ganarla ofrece representación. Su imagen personal comunicará, de alguna forma hacia los demás, liderazgo, disrupción e incluso heroísmo.
Pero lo más importante… muchos estudiantes encuentran en esta competencia un camino efectivo para salir del anonimato. Para esos estudiantes, el uso reiterado de la violencia se convierte simplemente en un mecanismo válido de reconocimiento en el ámbito escolar.
Y la violencia ejercida bajo este mecanismo se convierte en bullying casi de inmediato.
Al ejercer poder y someter, preferentemente, a compañeros que han asumido un rol pasivo, para así reducir riesgos, quienes ejercen la violencia logran mantenerse identificables, reconocidos y presentes en el imaginario colectivo de la escuela.
Conclusiones
La integración de estos tres componentes condiciona indudablemente, la forma en que los estudiantes conviven en su institución educativa. Cuando un estudiante se beneficia de estos, invariablemente terminará por generar violencia y le será muy difícil renunciar a ejercerla. Desistir de ejercerla significará perder poder y fuerza, implicará que su imagen se trastoque e incluso que se esfume ese “pseudo heroísmo” que creyó haber ganado.
Y por esta condición la competencia entre generadores de violencia se vuelve cada vez más cruel y obsesiva. Por un lado, los generadores buscarán más reconocimiento, popularidad, vigencia y representación. Pero por el otro, quienes reciben la violencia dudarán de su identidad como persona, de su capacidad para socializar, de la viabilidad de su futuro y de encontrar en algún punto de su etapa escolar, una convivencia digna.
Frente a ese complejo panorama, padres, docentes y cuidadores tenemos un rol ineludible. Estar atentos a las señales de alerta, saber cómo prevenir y generar espacios donde todos los estudiantes puedan integrarse y convivir de forma sana y natural son algunos de los pasos que debemos dar.
¿Qué hacer?
Escucha tips efectivos para docentes y padres de familia sobre este tema en el episodio “Bullying, el problema que seguimos ignorando” del podcast “No es terapia, pero ayuda”, creado por Fundación en Movimiento, en donde hablamos sin filtros sobre todo lo que rodea al bullying: qué es, cómo se manifiesta, quiénes participan y por qué no debemos etiquetar a los estudiantes como víctimas o agresores. A través de ejemplos y reflexiones, te invitamos a comprender el fenómeno desde la raíz, porque si no lo entendemos, no podemos prevenirlo.