El humor es una parte esencial de nuestra cultura. En México, la risa está presente en nuestras reuniones familiares, conversaciones diarias y prácticamente en todos los aspectos de nuestra vida. Sin embargo, he visto cómo esta herramienta, que puede unirnos, se transforma en un arma que divide y lastima cuando se utiliza para señalar defectos o debilidades de otros, especialmente en las escuelas. El daño emocional causado por las burlas es devastador, afectando profundamente la autoestima y el bienestar emocional de aquellos que son más vulnerables.
Durante mis talleres, he tenido el privilegio de escuchar a muchos jóvenes. Para muchos de ellos, el acoso escolar comienza con lo que parece ser una simple broma, pero rápidamente se convierte en una constante ridiculización que deja cicatrices emocionales difíciles de sanar. Lo que más me preocupa es cómo estas dinámicas de burla no solo dañan a quienes son el objetivo, sino que crean un ambiente tóxico donde el miedo a ser el siguiente en la lista de bromas genera ansiedad, inseguridad y aislamiento social.
La burla en los entornos escolares es la antesala del acoso escolar. En México, tristemente, somos líderes en casos de bullying, y el acoso verbal, basado en apodos y burlas, son de los más comunes. Esta forma de violencia no solo destruye la autoestima, sino que también tiene graves repercusiones en la salud mental de los jóvenes, generando ansiedad, depresión y aislamiento. Romper este ciclo dañino es una tarea urgente, y sé que es posible lograrlo a través de la empatía y el respeto.
La misión es crear espacios donde los jóvenes aprendan a ser empáticos y comprendan el impacto que sus palabras pueden tener.
El humor, cuando es compartido desde el respeto, tiene el poder de unirnos, pero cuando se convierte en burla, puede causar daños profundos, por eso es necesario actuar. Denunciar conductas de acoso escolar no es un acto de debilidad, sino de valentía, y es nuestra responsabilidad valorar y apoyar a quienes deciden alzar la voz.
En Fundación en Movimiento, hemos asumido el reto de transformar las escuelas en entornos seguros y respetuosos. A través de nuestros talleres y conferencias, promovemos habilidades socioemocionales, reforzamos la relación entre padres e hijos, y fomentamos la resolución pacífica de conflictos. Nuestra labor busca invitar a la reflexión sobre la importancia de generar entornos escolares saludables, donde la denuncia se vea como un acto de solidaridad, valentía y coraje.
Sé que transformar la burla en un humor que nos una es posible, pero también sé que se requiere del compromiso de todos. Al fomentar la empatía y la solidaridad en nuestras escuelas, estamos construyendo una sociedad más inclusiva, donde cada persona pueda sentirse segura, valorada y parte de una comunidad. “La risa debe ser un puente, no un arma”
Cuando me encuentro con jóvenes que dicen: "no me burlo de ti, me río contigo", sé que estamos en el camino correcto. Hay una gran diferencia entre reírse con alguien y reírse de alguien. Reír juntos es un acto de camaradería, donde ambos disfrutan de un momento divertido sin que haya intención de hacer daño. En cambio, burlarse de alguien solo refuerza jerarquías sociales tóxicas, donde el poder se ejerce a través de la exclusión.
El camino hacia una cultura de paz comienza con el respeto mutuo y el compromiso de todos nosotros para no permitir que la burla perpetúe el ciclo del acoso escolar. Cada uno de nosotros tiene el poder de hacer la diferencia, de construir entornos escolares y laborales donde cada persona sea valorada por quien es, sin miedo a ser ridiculizada o rechazada.
Te invito a unirte a este esfuerzo. Certifica tu escuela y fomenta una cultura de paz. Juntos, podemos construir un futuro donde el respeto sea la norma y la risa, una celebración compartida.
Recuerda siempre: Ríete conmigo, no de mí.