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Víctima de bullyingAl hablar de bullying en conferencias, talleres, cursos de capacitación, me hace conocedora del tema. Sin embargo, recientemente pasó algo que de pronto me hizo sentir alejada de éste, e incluso lo sentí desconocido… En ese momento no supe qué hacer ni qué decir, simplemente tuve una sensación de calor en todo el cuerpo, y lo único que quería era tener las palabras correctas para mi hermana, quien me había llamado para pedirme consejo como “experta en el tema”. Algo que con frecuencia hago, aunque no precisamente dar consejos, pero si orientar acerca de qué hacer ante una situación de bullying, tener las palabras indicadas para que esos papás que buscan una solución, ante los acosos de que son objeto sus hijos (as), tengan una respuesta.

Jamás me imaginé que esto podría pasar en mi familia, si, ahora me tocó a mí.

Una noche recibí la llamada de una de mis hermanas, quienes viven en provincia: “Reynita, (como acostumbra decirme), qué haré porque fíjate que a Laurita unas escuinclas le están haciendo bullying, la otra vez se la agarraron y le dieron una cachetada y la insultaron, que porque según ellas se cree mucho, ya van varios días que no la dejan en paz y Laurita ya tiene miedo de ir al bachilleres, incluso hemos tenido que ir por ella a la hora de la salida”.

Mi sobrina (y no porque lo sea), pero es demasiado bonita, apenas tiene 15 años y sobresale por ser alta, delgada, tiene una cara y un cabello envidiable. Por el medio donde se ha desarrollado es demasiado inocente aún y por su educación, es tímida.

Cuando mi hermana me dijo lo que le habían hecho, pasaron por mi cabeza mil cosas de las muchas historias de bullying de las que me he enterado y visto en diferentes medios; por ejemplo marcar la cara con un cúter, acido, etc. Pensaba que lo que a las chicas les molestaba de mi sobrina era lo lindo de su cara o su cabello y sería donde seguro buscarían hacerle daño.

Fue entonces cuando le dije a mi hermana: “pues habla con el director de la escuela”, a lo que ella me contestó: “pues ya fui y le dije, y solo me contestó: ay señora eso es solo juego de niñas que quieren llamar la atención, así se llevan”. “¡pero cómo crees!, le dije, si Laurita ya no quiere ir a la escuela significa que es mucho más grave de lo que parece y quizá hasta se siente incapaz de manejar ella sola la situación”. Ante mi impotencia le sugerí a mi hermana que fuera y hablara con las escuinclas. “Diles que pobres de ellas si le hacen algo a Laurita y dile otra vez al director que el bullying ya es considerado un delito, incluso, y que si no hace nada vamos a poner una demanda en su contra por negligencia…”

Por qué cuento todo esto. Sé que la historia de lo que le pasó a mi sobrina es lo de menos y quizá carezca de importancia para quien lea este artículo, inclusive puedan llegar a pensar que este caso es demasiado “leve”, comparado con lo que le ha pasado a alguno de sus hijos, y probablemente tengan razón si lo vemos desde ese enfoque. Sin embargo, lo que quiero transmitir compartiéndoles mi historia es lo siguiente:

Ahora puedo comprender más y ser más empática con las familias, sobre todo con las mamás y los papás que de pronto se enteran que sus hijos han sido abusados, golpeados, blanco de burlas de alguien y verlos afectados al grado de no querer ir a la escuela por vivir con miedo. En ese momento parece que el mundo se viene encima y no importa si hay casos peores o no, lo que importa es solucionar el propio. Se busca una respuesta, una solución, sin importar lo que se diga en tal artículo o tal libro, o el procedimiento que hay que seguir según el experto en el tema. Y que para éste y todos los casos de bullying, se quiere una solución inmediata, los directores, directoras, maestros y maestras deben trabajar en coordinación con los papás de las víctimas, de modo tal que se dé solución a la brevedad, de lo contrario, el problema de por si grave, puede tener consecuencias irreparables e incluso fatales en la víctima.

Es por esto que los maestros, directivos y papás no pueden ni deben minimizarlo argumentando que solo es “juego entre niñas o niños”, por lo que una vez detectado este problema, se debe tomar cartas en el asunto para actuar de inmediato y no ser indiferentes a esta situación.

Hoy comprendo, más no lo justifico, ante el tipo de respuesta como la que dio el director a mi hermana, lo primero que surge es impotencia, y al no tener respuesta y apoyo, la acción a ejercer es la defensa por propia mano. Hoy comprendo aún más la urgencia de crear leyes en todos los Estados de la República que pongan solución y regulen este tipo de situaciones, de lo urgente que es la capacitación intensiva en el tema a maestros, alumnos y padres de familia, y que conozcan las consecuencias y el daño emocional, psicológico y físico que provoca el bullying. Sobre todo, lo urgente que es enseñar a los hijos a aceptarse y el amor propio, el agradecer lo que se tiene, no envidiar a los demás, ni lo de los demás, por el contrario; el valorarse, fomentar la amistad, todo eso que no requiere de inversiones de fuertes sumas de dinero, que es gratis y se adquiere en casa, incluso desde el vientre de mamá.

Como es adentro - es afuera, y los hijos son simplemente el reflejo de lo que sus padres les han enseñado.

Seguramente en sus casas esas chicas que hacían daño a mi sobrina no las quieren lo suficiente, no les han dado los cuidados que requieren, no las han hecho sentir amadas, aceptadas, atendidas, valoradas por ellas.

Finalmente, mi hermana logró acercarse con estas chicas que molestaban a mi sobrina, y de manera pacífica se dio solución a este problema, por lo que en este caso afortunadamente ya no existe el problema. {jcomments on}

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